Por: Cesia Carrillo Clemente.
Hay situaciones donde las palabras se quedan cortas, donde es vital más una acción que una palabra. Es cuando esa frase: “una imagen habla más que mil palabras”, es totalmente cierta. Pero hay situaciones donde no se trata solo de eso, sino que realmente no sabemos qué decir.
En mi caso, a pesar de hablar mucho, pasa que me bloqueo, que no logro gesticular ni una sola palabra, aunque hay la mejor de las intenciones. Como en esas ocasiones donde falleció un ser querido de alguien que conoces, o cuando ves llorar a tu amiga, hasta cuando hay una alegría máxima por recibir algo, y simplemente dices un: gracias.
“¿Qué te puedo decir?”…también puede ser un factor de estrés, donde la saturación de actividades hacen que se te vaya el famoso “avión”. Y si durante el día divagamos más de una vez, muy probable se trate de eso. Como recomendación, es necesario ordenar nuestros tiempos, quizá hasta dejar algunas actividades y darnos ese tiempo para descansar.
“¿Qué te puedo decir?”… otras veces es el preámbulo a un extenso discurso donde todo el dote de sabiduría viene a modo de proyectil. El punto es que este comienzo, puede catalogarse como una falsa humildad. Me ha pasado. Lo digo con vergüenza. Es necesario para eso, meditar en nuestras razones de hablar y pensar antes en el impacto de nuestras palabras.
El punto que quiero llegar es que las palabras tienen un peso enorme, tanto en quien las emite, como en quien las recibe. Es necesario conocer eso, a tal grado que reconozcamos cuando debemos hablar aún tenemos ese: ¿Qué te puedo decir?; pero también debemos aprender a callar, cuando el ¿Qué te puedo decir?, es la introducción.
