El Dibujo de Joe

Chocolate para el alma de la mujer - Artículo del libro:
77 Historias para alimentar tu espíritu
Kay Allenbaugh.

IV Superar Barreras

“Cuando en una posición incómoda y todo esté en tu contra, cuando parezca que no puedes resistir un segundo más, jamás te rindas, pues es justo el punto y el momento cuando la marea cambiará.” 
                                                   -Harriet Beecher Store


EL DIBUJO DE JOE

Casi todos sabemos que los primeros años en la escuela pueden marcarnos para toda la vida. Sabemos que, muchas veces, son fundamentales para triunfar en la vida y para nuestro amor propio. Los padres de Joe no eran la excepción. Se encargaron de que Joe tuviera un hogar lleno de cariño y comprensión, de que sus experiencias fueran estimulantes y enriquecedoras y de que aprendiera el abecedario y pudiera contar hasta diez. Sin duda, estaba listo para entrar al primer grado.

Joe fue a la escuela con gran entusiasmo. Le agradaban sus compañeros y ellos lo querían. Le agradaba su maestra y recibía aliento de ella y de sus padres. Todas las señales apuntaban al éxito, pero éste no le llegaba a Joe.

Tenía problemas para entender el rápido ritmo de su entorno. Cuando estaba a punto de entender, la maestra pasaba a otro tema y a otra lección difícil. Al terminar el primer grado, iba más atrasado que sus compañeros y estaba desanimado. Sus padres tenían la esperanza de que el verano trajera crecimiento y madurez para que el segundo grado fuera mejor.

Sin embargo, no lo fue y, al terminar el año escolar, la profesora sugirió que repitiera el curso, pero los padres de Joe se negaron. Al terminar el tercer grado, Joe estaba cada vez más atrasado, y el director sugirió que Joe reprobara el año. De nueva cuenta, sus padres se negaron.

Empezó el cuarto grado y los nervios de Joe eran un desastre. No quería ir a la escuela. Había pasado tres años sufriendo como el último de su grupo y, evidentemente, no quería volver a ir. Había escuchado que el cuarto año era un grado muy difícil. Y lo era. Luchó todos los días y estudió todas las noches, pero siguió siendo el último, hasta una tenebrosa y oscura tarde de lluvia.
    
Las maestras tienen un sexto sentido para el clima. Los conceptos difíciles, como los quebrados, requieren días llenos de sol. El día empezó así, pero conforme la maestra empezaba la lección, la oscuridad cubrió el cielo y se desató un chubasco. Aunque ella se empeñaba en que los niños siguieran con la aritmética, los truenos y los relámpagos ganaron la batalla y captaron su atención. Distraídos por la tormenta, los chicos no estaban entendiendo la aritmética. Salvo Joe. Él entendía. Tuvo todas las respuestas correctas. La maestra le dio unas palmaditas en la espalda y le pidió que se dirigiera a los otros niños y les explicara lo que había hecho. Joe, sonriente y feliz con el éxito que acaba de encontrar, se movía con rapidez por todo el salón de clases.
    
Cuando la hora de aritmética terminó, la maestra entregó a cada niño una hoja en blanco. Era la hora de dibujo. Y todos los niños hicieron lo esperado: los días oscuros y tristes siempre piden crayones oscuros y dibujos sombríos. Y hoy no era la excepción. Salvo en el caso de Joe, quien usó amarillo fuerte, naranja y rojo. Un enorme sol brillante llenaba su hoja.
   
Joe empezó a mejorar y se ganó el pase al siguiente año. La maestra de cuarto año sentía curiosidad por los cambios que se habían operado en él y siguió con interés su aprovechamiento en los años de secundaria. ¿Por qué había cambiado Joe en ese día oscuro y triste? ¿Quién puede saber en qué momento una maestra influye sobre un estudiante?
    
Joe no fue el primero de su grupo. No era necesario. Había triunfado y lo sabía; después de la graduación, Joe entró al ejército y fue enviado a Vietnam. No volvió a casa.
    
Al saber que Joe había muerto, la maestra de cuarto grado fue a su casa a dar el pésame. La madre de Joe la recibió diciéndole que había algo en el cuarto de Joe que quería que viera. Cuando entraron en la habitación, la madre apuntó hacia la posesión más querida de Joe. Colgando del muro, sobre su cama, bellamente enmarcado, estaba su dibujo del enorme sol brillante, en amarillo fuerte, naranja y rojo. Celebraba el día lluvioso en que él despertó a su brillo personal. Al pie de su dibujo, Joe había escrito, con enormes letras mayúsculas: ESTE DÍA ME VOLVÍ LISTO.     

                                                         PHYLLIS MABRY

Les comparto este bello escrito: con el deseo que nunca, nunca se rindan y busquen cualquier oportunidad para que sigan usando, descubriendo y compartiendo sus capacidades, talentos, pensamientos  y buenos sentimientos. Y que como Joe encuentren su día que puedan decir ESTE DÍA ME VOLVI LISTO. 

Su amigo Carlos Lozano Medrano.

 (15 de Diciembre de 2005).
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