Robo de un Campeonato

Al Bat

Por: Jesús Alberto Rubio.
Este año se cumplen ocho décadas del debut de los Algodoneros de Unión Laguna en la Liga Mexicana de Beisbol (LMB).

Sobre esa franquicia histórica, como se lo prometimos, hoy abordaremos a detalle en voz, puño y letra del licenciado y legislador Juan Antonio García Villa, el episodio aquel cuando en 1943 la LMB le “arrebató (robó) lo que iba a ser su segundo banderín consecutivo en el circuito veraniego.
Vamos a los detalles que nos comparte distinguido amigo García Villa, un apasionado por la historia del beisbol y autor de la columna Efemérides del Beisbol Lagunero:

“El 2 de abril de 1943 se inauguró en Torreón la temporada del circuito veraniego. La novena de la Comarca iniciaba la defensa del campeonato que por primera vez había conquistado la temporada anterior.

En el juego de apertura le tocó a Unión Laguna enfrentarse a los Industriales de Monterrey, dirigidos por Lázaro Salazar, conocido como “El Príncipe de Belén”.

Por Torreón inició como timonel Agustín Verde, pues al arranque de la campaña su paisano cubano, el formidable Martín Dihigo, designado manager del equipo como en la temporada anterior, aún se encontraba en La Habana, pero días más tarde se incorporó a la novena.

En aquella esa campaña se incorporaron al equipo lagunero Carlos Blanco, Ezequiel “Kelo” Cruz y el lanzador velocista norteamericano Terry McDuffy.

Nadie imaginó ese día de la inauguración de la temporada, que medio año después, se habría de despojar a Laguna de su segundo campeonato, a través de lo que hasta la fecha muchos consideran fue una burda triquiñuela.

La historia/antecedente comenzó el 31 de julio del 43 cuando el Unión Laguna viniendo de atrás ganó en Torreón a los Pericos de Puebla, el cual protestó ante la Liga por haberlo lanzado el pitcher velocista Terry McDuffy, quien por su “endemoniada” velocidad no tenía permitido subirse a la loma en juegos nocturnos.

La victoria le fue anulada a Laguna, que al finalizar la temporada por medio juego no fue campeón ese año sino Monterrey. En otras palabras, de no habérsele cancelado ese triunfo, la corona habría correspondido a la novena lagunera.

El 13 de octubre de 1943 el entonces magnate del beisbol mexicano Jorge Pasquel, sin tener autoridad para ello, declaró que el equipo de Monterrey era el campeón de la temporada de ese año de la Liga Mexicana. De inmediato los medios de comunicación y comentaristas deportivos del resto del país se hicieron eco de dichas declaraciones y las tomaron como verdad absoluta y hechos consumados, fuera ya de toda discusión.

La noche de ese mismo día la directiva del Club ofreció en el Centro Campestre Lagunero un banquete a los integrantes del equipo Unión Laguna, como una demostración de estímulo y aprobación por la forma valerosa con que se portaron durante el transcurso del campeonato, el cual –se insistió- “no han perdido, sino que se los han robado en forma arbitraria”.

En esa memorable cena   se entregó a los peloteros una gratificación cuyo monto se encargó de recaudar una comisión formada por los señores Marcos García Aguirre, Arturo Blakensen y Ernesto González Cárdenas.

Al reseñar lo anterior, el anónimo redactor de un diario local comentó: “Así nos damos la mano por acá señores chanchulleros (refiriéndose obviamente a los directivos de la Liga). Así nos manejamos los laguneros, con honradez, con caballerosidad, con altruismo, con sinceridad, con gratitud”.

Agregó: “Esto lo han podido aquilatar debidamente los peloteros tanto extranjeros como mexicanos… de allí que al recibir una gratificación espontánea cedieron esa muy respetable cantidad para la Beneficencia Pública, para auxilio de los desheredados”. Luego remató así: “Ténganlo entendido señores chanchulleros que esa suma de cerca de diez mil pesos es producto sólo de quienes se ‘acercaron’ sin que se les llamara a cederla”.

El discurso de Martín Dihigo

El 14 de octubre de 1943 corrió como reguero de pólvora entre el gran público el contenido del discurso pronunciado por Martín Dihigo en la cena que la directiva del Club Unión Laguna ofreció a los jugadores del equipo, el cual sacudió a la afición por su claridad y contundencia.

Fue entonces que se conocieron las famosas palabras del cubano, cuando dijo: “Yo prefiero un segundo lugar ganado y no un campeonato robado”.

En su discurso Dihigo señaló que se debía aceptar lo acontecido como una lección, porque no sólo fue obra de las  maquinaciones sino también de la falta de energía de los dueños del Club que admitieron, primero, que se les quitara un lanzador extranjero, luego que se anulara el juego que lanzó McDuffie; después que les rechazaran la protesta presentada porque el “Veracruz” puso en el terreno de juego hasta ocho extranjeros, y que posteriormente no insistieron en la protesta que él hizo porque en la serie en Monterrey no se usó la pelota oficial, y porque al final estuvieron de acuerdo en que se jugara con Tampico en caso de que se le ganaran los cuatro juegos al  Puebla en la última serie.

Mensaje textual

Las palabras que vienen a continuación son textuales, tal como las pronunció Martín Dihigo:

“Eso para mí, estimados señores, mis queridos peloteros, respetables periodistas y dignos visitantes a esta convivialidad, es obra del pasado y conste que vengo siendo el más perjudicado, pero yo prefiero un segundo lugar ganado y no un campeonato robado”.

“He escuchado por allí que ustedes tratan de retirarse en definitiva de la Liga Mexicana por lo que acaba de ocurrir y en lo que ustedes tuvieron mucha culpa por no defenderse a tiempo con la energía que era preciso, indispensable. Es lo peor que puede hacer un conglomerado de dirigentes deportistas pues con ello no hacen sino dejarle el camino expedito al enemigo y nunca lograrán los fines que perseguimos los deportistas honrados: desterrar de nuestro ambiente a los chacales”.

“Yo he pasado por cosas muy grandes en lo que a chanchullos se refiere y lo que ustedes están experimentando, no me asusta, ya lo esperaba, porque hasta para un niño no era un misterio que los fines que persigue Jorge Pasquel no son otros que los que impera en el beisbol de México en la forma tiránica, altanera y arbitraria, pues para ese señor el decoro deportivo y la lucha limpia son letra muerta.

 El encumbrado magnate ha olvidado que fue un servidor de ustedes (es decir, el propio Dihigo) quien lo llevó al beisbol, que de esto él no conoce nada. Por lo mismo, no puede sentir el beisbol como lo sentimos nosotros y como lo sienten ustedes que creyeron ingenuamente que estaban tratando con gente honorable cuando dejaron todo en manos de ese señor”.

El desplegado

El 16 de octubre de 1943 la Directiva del Club de Beisbol Laguna, presidida por el Lic. Ángel G. Saravia, publicó en los periódicos de Torreón y tres días después en el diario capitalino La Afición, un extenso desplegado de una página. A través de éste dio a conocer haber recibido de la Liga Mexicana de Beisbol un telegrama en el que comunica que el equipo de Monterrey “ha sido declarado Campeón de Beisbol 1943”.

La directiva lagunera, de la que también formaban parte los señores Nicolás Castañeda como tesorero, Lic. Rodolfo G. Treviño como secretario y como vocales Blas M. Garza, Ing. Domingo Valdés Villarreal y Dr. J.R. de la Fuente, consideró injusta tal declaratoria, la cual –dijo- es “la última medida que nos arrebató un campeonato que nos correspondía legítimamente”. Y para demostrarlo, da cuenta de la serie de arbitrariedades de las que el equipo de la región fue objeto.

Dice que cuando sus adversarios vieron que Laguna marchaba muy bien durante la campaña y a pesar de existir el acuerdo de la propia Liga de permitir la contratación de hasta tres pitchers extranjeros por equipo, se pretendió que Laguna sólo tuviera dos. Frustrado este intento de atropello por asistirle la razón a Laguna, se tomó entonces el acuerdo de que todos los clubes se quedaran con sólo dos lanzadores extranjeros, por lo que Laguna se vio obligado a dar de baja a uno de los tres contratados. Se revocó pues una decisión oficial anteriormente tomada, sólo con el evidente propósito de perjudicar a Laguna.

El segundo atropello consistió en la anulación del juego que Laguna le ganó a Puebla el 31 de julio de ese año, ya vigente la disposición de sólo poder contar con dos pitchers extranjeros. Esa anulación fue por haber lanzado por Laguna en juego nocturno Terry McDuffie, sin haber “ningún fundamento ni base alguna de la Liga que lo autorizara”. Si el campeonato lo perdió nuestro equipo por sólo medio juego frente a Monterrey, significa que de no habernos anulado este triunfo, Laguna sería el campeón.

La tercera violación consistió en la utilización de una pelota no oficial por el Club Monterrey en el segundo juego de la última serie que se verificó en esa ciudad (ver Efeméride del 2 de octubre). “Nuestro manager, sigue diciendo el desplegado del Club, presentó la protesta respectiva al ampáyer en jefe (Harry L. Donovan) según nos declaró personalmente informó en el sentido de que efectivamente se había usado dicha pelota (no oficial). Hasta la fecha desconocemos la resolución que haya dado el Alto Comisionado de la Liga, que no podía ser otras sino la declaración del juego perdido por el Monterrey por la infracción señalada”.

La última violación fue no haber obligado la Liga al equipo de Puebla a completar el roll de juegos, pues le faltaron dos de llevarse a cabo en Torreón para completar los 90 de la temporada, “con la sola excepción  -decía un acuerdo tomado por la Liga- de los casos de fuerza mayor, que serán juzgados por todos los presidentes de los clubes, mediante voto por escrito”, cosa que nunca sucedió para dispensarle a Puebla el no jugar ese par de encuentros, por lo que al no presentarse este equipo al terreno de juego, “según constancia que obra en nuestro poder suscrita por el ampáyer John V. Mullen”, debió entonces la Liga acreditar a Laguna dos triunfos por default, y con ello la declaración de ser el campeón del año 1943.

Asimismo hizo notar la Directiva de Laguna lo “curioso del criterio del Alto Comisionado” de la Liga, Teniente Coronel Octavio Rueda Magro, al afirmar que la obligación de cumplir el roll de juegos termina el último día del calendario aprobado, lo cual no fue obstáculo para que él mismo indicara de que en caso de empatarse el campeonato, entonces Laguna “debía jugar con el Club Alijadores de Tampico, un juego que con anterioridad había resultado empatado entre ambos”, lo cual obviamente habría de suceder después del último día de la temporada. Entonces, para unos casos sí y para otros no, el llegar al último día del calendario de juegos es definitivo.

Por lo anterior, la Directiva lagunera advirtió “que mientras la Liga Mexicana de Beisbol profesional siga por ese sentido equivocado, nos consideramos desvinculados por completo de la Liga”.

En el año siguiente, el de 1944, el Unión Laguna no regresó a la Liga Mexicana y se incorporó a la naciente Liga Nacional”.

Bien, Juan Antonio.

Ahora que andamos con aislamiento social obligado, con calma pude leer dos sitios sobre los grandes detalles de ese histórico suceso.

En mi Facebook BEISBOL E HISTORIA el documento completo del licenciado García Villa, y en el siguiente enlace, una columna que publiqué sobre el mismo tema hará ya tiempo: http://elchiltepin.mx/columna.php?idcol=9&idnota=1163
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