Anecdotario familiar de un tuxpeño II

Por: Carlos Lozano Medrano.


Daniel I

En el tiempo que en la casa de mi hermana María en la colonia Rodríguez Cano no tenían agua entubada, acarreaban y llenaban los recipientes con agua del pozo. En alguna ocasión ella le pidió a mi sobrino Daniel que los llenara. Y la clásica respuesta que los niños y los jóvenes dan, porque parece que viene impresa en el gen de la respuesta instintiva e inmediata: ahorita. Pasó un rato y nuevamente se lo pidió y la respuesta fue la misma; nuevamente le insistió y ahorita volvió a ser la respuesta. Hasta que mi hermana se desesperó y le gritó ya enojada: ¡Daniel quiero que ahorita lo hagas, pero ya! y le tronó los dedos para acelerar la respuesta. El también reaccionó ante la solicitud tan fuera de lugar a su libre albedrío y dignidad y le contestó también enojado: ¡a mí no me truenan los dedos! Lógicamente mi hermana sintiendo su autoridad materna enfrentada, se acerca enojada y con la intención de darle una cachetada ante tamaño desacato, le dice: cómo cabro…s no. En un instante que no mereció ninguna duda, el chamaco evaluó a la velocidad de la luz entre su dignidad herida y el castigo inminente –mexicanas y mexicanos esto es una real respuesta, maravillosa, sublime- : en un tono más terso le dice, no mamá, a mí no me truenan los dedos, mira mostrándole la mano, porque a él no le tronaban sus dedos, puro airecito. Diplomáticos del mundo aprendan. Porque en ese momento mi hermana ya no supo si pegarle o reírse de la ocurrencia.

Daniel II

En el horario de clase, el maestro de primaria de Daniel le manda a avisar a mi hermana María que vaya a la escuela (ellos viven a media cuadra), así que ella va con Luli, su hija pequeña, se apersona  con el maestro a la puerta del salón de clase, éste se acerca y le dice en voz baja, que así como veía a Daniel sentado en su pupitre, tenía un cuento de caricaturas en medio de su libro de texto. En ese momento, de suerte para Daniel, otra persona le habla al maestro que se desatiende de mi hermana, y ella aprovecha para  decirle a su pequeña hija, con la intención de salvar a Daniel, que vaya rápido con su hermano y le pida el cuento –para que el maestro no tenga la evidencia, esas mamás tan alcahuetas o más poéticamente hablando, gallinas protegiendo al polluelo-. La niña se mete al salón y le dice a su hermano, que su mamá le pide que le de el cuento y aquel sin sentimiento de culpa y muy tranquilamente, se levanta de su pupitre y con un cuento en cada mano le grita: ¿cuál de los dos mamá? –bendita inocencia-.


Un 10 de mayo en Tuxpan

Un 10 de mayo, durante alguno de los ocho años que viví Tuxpan, mi papá salió temprano de casa en Riva Palacio de Santiago de la Peña, cuando regresó vi que había comprado unas flores, para regalárselas a mi mamá, además me comentó que había comprado un Diploma de Reconocimiento para que se lo diéramos y me lo mostró, productos que los comerciantes ofrecen para estos festejos.

Me incomodó un poco el pensar en la comercialización que hacen de esta fecha y no le puse mucha atención, él había dejado el documento sobre la mesa del comedor y yo seguí tranquilamente leyendo La Voz de la Huaxteca. En ese momento mi mamá estaba ocupada en la cocina. Poco después se acercó a nosotros y nos reclamó que si ni eso se merecía, no había dado  cuenta que ella nos había escuchado. Como resorte y apenado me paré y tomé el Diploma y lo llené poniendo su nombre, lugar y fecha en los espacios correspondientes y se lo entregué con un nudo en la garganta, por mi insensibilidad. No había considerado que ella lo recibiría con gusto, había pensado en lo que mí me parecía pero no en ella. Ese día aprendí algo sobre mí mamá.  

El aparecido o mi mamá al fin pudo descansar en paz

Un viernes de diciembre de 1992 –vivíamos en Villas de Ecatepec-, estaba almorzando, alistándome para ir al trabajo, mis hijos estaban viendo la televisión.  Ellos me llamaban Pilón el Pi de papi y el lón de pelón (aunque no se porqué), en ese momento estaban pasando en el canal 5 los mensajes de ayuda a la comunidad, cuando en algún momento ellos señalaron la foto que estaban pasando de un señor que también estaba pelón, cuando escuché el apellido Medrano, volteé a verlo y reconocí que era mi tío, el tenía una cicatriz grande en la frente, buscaba a su familia. Ese mismo día fui a Canal 5  -yo trabaja en Televisa en av. Chapultepec- y me dijeron que sus papeles estaban en el estudio del canal y que hasta el lunes los tendrían en la oficina.  El sábado mis hijos me comentaron que habían vuelto a pasar el mensaje.  

El lunes 21 nuevamente fui a informarme y me mostraron una licencia de conducir de él y definitivamente era mi tío, vi el nombre completo Carlos Medrano Valenzuela, hermano de mi mamá, teníamos cerca de 25 años que no lo veíamos, sabíamos de él por unos tíos que venían cada año a la ciudad de México a principio de agosto a la peregrinación de Tampico.  Tomé nota del teléfono y del domicilio, después hablé por teléfono, pedí informes de cómo ir, era por el rumbo de Neza, vivía con algunos amigos que lo atendían, le había dado una embolia en el mes de noviembre y ya estaba en un cuarto que rentaba, pero que requería atención de rehabilitación y los amigos que lo atendían tenían que trabajar y no tenían mucho tiempo para llevarlo a las terapias. A las dos de la tarde en lugar de ir a comer fui a buscarlo, primero llegué al metro Pantitlán y de ahí tomé una combi, mi tío tenía paralizada una parte del cuerpo, no podía hablar bien, si me reconoció y platicamos a su media lengua.  

Coincidía que ese día mis papás cumplían años de casados, en la noche fui a la casa de unos amigos que vivían cerca de mi casa a hablar por teléfono a Tuxpan, en ese tiempo mis papás vivían en la casa de mi hermana Juani y mi cuñado Joel, la intención primera era felicitarlos por su aniversario y segundo para avisar que había visto a mi tío, no recuerdo si hablé con mi hermana o con mi papá, los felicité y les comenté lo de mi tío.  Al otro día me hablaron de Tuxpan avisándome que mi mamá había fallecido (ella ya tenía tiempo enferma de diabetes y sus complicaciones), la sepultamos el 24 de diciembre.  En la noche en todas las casas alrededor de la casa de mi hermana, estaban lógico de fiesta, la música, el baile, la alegría y nosotros tristes pero en alguna forma tranquilos, porque mi mamá ya había descansado.  La familia del hermano de mi cuñado que vivía en la planta baja también tuvieron una cena tranquila y sin música por solidaridad con nosotros, después subieron a la casa de mi hermana y nos acompañaron un rato.

He llegado a pensar si mi mamá murió por que ya era su hora o tendría la preocupación de no saber de su hermano, y cuando supo de él ya pudo morirse tranquila.

¿Qué pasa con Dios? o Pa’ qué me dio libre albedrío

   -¡Dios no existe!-

Exclamó  un  hombre de  más de  cincuenta años y  en estado de ebriedad al abordar el Metro en la estación Hidalgo aquí en la Ciudad de México, junto con su amigo.

-Porque si existiera yo no viviría en esta situación-. Continuó queriendo  dialogar  con todos  y  con  nadie  en  particular,  más con intención de descargar un poco el peso emocional que llevaba.   

Las personas  que estaban a su alrededor siguieron  su  propio doble viaje uno hacia  Indios Verdes y el otro aparentemente más profundo hacia su interior;  diciembre y la gran ciudad se prestan para este último, siempre en busca de la razón para vivir o de no razonar para poder vivir.

-Mi esposa y mis hijos me abandonaron, tengo mi trabajo y nunca les faltó nada-continuó en su monólogo.

-Llegaré a mi casa y me pondré a escuchar música o encenderé la televisión-

-Les molestaba que tomara, hasta que me abandonaron-.

Nuevamente  preguntó a todos  y  a nadie  si ese tren lo llevaba a Bondojito,  al decirle yo que tendría  que  transbordar  en  Basílica hacia Martín Carrera  y  después hacia Bondojito, encontró en mí a un seguro u obligado receptor.

Su  amigo  se  bajó  en  Tlatelolco  sin  despedirse  y  él  se  sentó junto a mí.  Volvió a repetirme su historia resumida: ¡Dios no existe! Porque si no, no permitiría que viviera así...  Simplemente lo escuché.   Solo  recuerdo que le comenté  que  a veces el vino no siempre era una buena compañía.  Seguimos platicando hasta llegar a Basílica donde se bajó,  no sin antes agradecerme y desearme que me fuera bien,  también  le  desee lo mismo. Yo seguí hasta Indios Verdes

Me quedé conectado con él,  porque todavía en el Microbús  iba pensando de cómo vamos creando  nuestras  propias  circunstancias  sin  estar  consciente  de  ellas  y  que  ojalá pudiera reconciliarse con su familia, sobre todo considerando estas fechas.

Me sentí afortunado  al pensar que contaba  siempre con la presencia de mis padres aun ya muertos y de tantas gentes queridas; además me dirigía a casa a encontrarme con mi esposa y con mis hijos  y con la alegre expectativa de la pronta llegada de la familia que vivía en otras ciudades, que llenarían  la  casa de mis suegros para festejar la navidad de 1999,  haciendo real aquel dicho que de rincón a rincón todo es colchón.

 

Compartir:

Copyright © Variedades | Powered by Blogger
Design by SimpleWpThemes | Blogger Theme by NewBloggerThemes.com