Desde el 2005, en México se institucionalizó el Día de la Familia, el primer domingo de marzo, por lo cual cada año la fecha cambia. Este año, y por fortuna de la Reflexión de Domingo, “cayó” justo en el día.
La familia: ¿qué es la familia?. Si escuchamos al famoso dinosaurio morado cantaría: La familia es cariño, la familia es amor que te hace muy feliz, los hay de muchos tamaños, ninguna es igual, la mía me gusta así. Vaya que recuerdo cantar a todo pulmón esa canción y gritando: Sí, la mía me gusta así.
La familia en libros de Cívica y Ética, hace años se definía como la unidad base de la sociedad. Hoy ese término solo se queda para la sociología, pero ha ido cambiando por la falta de amor y compromiso que poco a poco se ha definido como contratos.
Es curioso cómo en el ámbito laboral se ha trato de reestructurar la jerarquización por funciones dentro de una empresa; ya ni siquiera es aplicable, porque se ha dado apertura a una “igualdad” pero el “pastel” como sea no es igual repartido. Solo se trata de crear una armonía para trabajar mejor pero la equidad (la cual yo respaldo) nos dice que cada quién recibe según su labor. Mi punto es, que irónicamente, en ámbitos fuera del hogar, de la familia, se está buscando aligerar esa presión social, para producir mejor, pero dentro de la familia, se están imponiendo cosas como si de un simple contrato se tratase.
“Si uno de los socios trabaja a tiempo completo en el hogar, reconozca y reconozca el valor de su trabajo”.
Esta recomendación es parte de una lista en la página de Un Women, referente al Día Internacional de la mujer. Como mujer quizá me sienta halagada de dicho “trato”, pero es increíble que el término “socios” se use en un tema de familia. Sí, en apariencia no es nada malo, pues según las definiciones, “los socios” son parte de una misma agrupación, o participantes en una misma sociedad, junto con otras personas. El problema que esa palabra era más aplicada en términos laborales, en términos de economía y en materia empresarial. Parece algo sutil, pero creo que estamos en el mundo del revés.
Creo que grandes organizaciones en apariencia de favorecer a la familia, lo que hacen es estar destruyendo, pues aunque en realidad dentro de una familia se trata de la búsqueda de armonía, no se trata de un contrato simple como con cierta jornada, utilidades y más. Se trata de amor, e implícitamente hay beneficios, pero una persona no debe formar una familia por egoísmo, por la satisfacción propia, sino, por el compromiso basado en el amor.
Creo que las familias que han sobrevivido a estas ideas “progresistas” es gracias a que han entendido que no se trata de una sociedad, sino de la base de la sociedad. Es decir, la raíz. Si clasificamos a la familia como “sociedad” nos estamos quedamos sin bases, y por ellos los valores que estamos a gritos exigiendo se han convertido en intolerancia disfrazada de “pedir” tolerancia.
Sé que cada familia es diferente, sé que hay familias destruídas, pero también sé, y con tristeza me incluyo, que nos hemos acostumbrado a la piedrita en el zapato, en vez de buscar los valores que hace años hicieron que tuviéramos sociedades fortalecidas, donde se buscaba la honestidad, el respeto, y más.
Por cierto…sí, en cada época se han vivido situaciones que hablan de una sociedad quebrada, pero las familias, como núcleo y base, muchas seguían fuertes. Aún los malechores sabían de la importancia de ella; con todo sabías que la familia estaba ahí. Hoy, poco a poco, organizaciones y gobierno, han querido meter “su cuchara” en el territorio que no les compete, atando las manos de padres sobre los hijos, y rompiendo esa confianza de tener una familia.
¡Celebremos la familia. Defendamos la familia!.