Einstein: Dios, Religión y Filosofía (Parte dos)


* Un tuxpeño desde la Ciudad de México...

Por: Carlos Lozano Medrano. 

Extracto del capítulo: “Sobre Dios, religión y la filosofía” del libro: “Einstein entre comillas”, selección y edición Alice Calaprice. 

Nuestra mente no concibe una sola idea sin contar con los cinco sentidos [por lo tanto, ninguna idea es el resultado de la inspiración divina]. 

No creo que, en un futuro cercano, la filosofía y la razón se constituyan en la guía del ser humano. Sin embargo, seguirán siendo el hermoso santuario que siempre ha sido para los pocos escogidos. 

Leo con frecuencia la Biblia, pero el texto original me sigue siendo inaccesible. 

Mi posición en lo que a Dios respecta es la de un agnóstico. Estoy convencido de que, para tener una plena conciencia de la importancia de los principios morales para bien y ennoblecimiento de la vida, no se requiere de la idea de un legislador divino, en particular uno que opera a través del premio y el castigo. 

No he podido encontrar mejor término que el de “religioso” para designar aquella confianza en la naturaleza racional de la realidad, en tanto asequible a la razón humana. Cuando quiera que este sentimiento falta, la ciencia degenera en un empirismo poco inspirado. 

Se puede decir que mi sentimiento es religioso en tanto que impregna mi conciencia de la insuficiente que resulta la mente humana para comprender con mayor profundidad la armonía del Universo que intentamos formular a través de “leyes naturales”. 

Asumir la existencia de un ser que no se puede percibir…no ayuda a entender el orden que encontramos en el mundo que percibimos. 

No creo en la inmortalidad del individuo y considero, además, que la ética es un asunto enteramente humano, desprovisto de toda autoridad sobrehumana que la respalde. 

Si Dios creó al mundo con toda seguridad su prioridad no fue que lo entendiéramos fácilmente. 

Soy un no creyente profundamente religioso…Esto es más o menos un nuevo tipo de religión. 

No hago esfuerzos para imaginarme un Dios. Me basta con maravillarme ante la estructura del mundo en la medida que nuestros precarios sentidos lo permiten. 

Jamás le he atribuido a la Naturaleza ningún propósito ni meta, ni nada que pueda parecer antropomórfico. Lo que veo en ella es una maravillosa estructura que solo podemos comprender de modo muy imperfecto y que es capaz de embargar a una persona pensante de un sentimiento de humildad. Se trata de un genuino sentimiento religioso que no tiene nada que ver con el misticismo. 

El valor moral de un hombre no lo dan sus convicciones religiosas sino más bien los impulsos emotivos que la naturaleza despierta en él a lo largo de su vida. 

Y así llegué a una religiosidad profunda que, sin embargo terminó de manera abrupta a la edad de 12 años. A través de la lectura de libros de divulgación científica pronto me convencí de que muchas historias de la Biblia no podían ser verdad…De esta experiencia surgió la sospecha en toda forma de autoridad…actitud que nunca abandoné. 

Mi punto de vista se aproxima al de Spinoza: admiración por la belleza y la creencia en la sencillez lógica que subyace al orden y a la armonía que humilde e imperfectamente alcanzamos a conocer. Creo que debemos contentarnos con nuestros deficientes conocimientos y comprensión y lidiar con los valores y obligaciones morales como un asunto estrictamente humano. 

Mi religión consiste en la admiración humilde que le guardo a ese espíritu infinitamente superior que se manifiesta en los sutiles detalles que somos capaces de percibir con nuestra inteligencia frágil y pobre. 

La profunda convicción emotiva de la presencia de una fuerza racional superior que se manifiesta en el incomprensible universo, constituye mi idea de Dios. 

(ICTU / septiembre 2020).

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