Cuando el Rey de la Selva se hizo vegano

Autor: Carlos Lozano Medrano.
En su cotidianidad el León se mantiene echado bajo la sombra de un gran árbol, su vida no es complicada, no tiene necesidad de respetar un horario ni checar tarjeta, no tiene que transportarse a ningún lugar, no se estresa con tanta información que la vida moderna genera, si no se entiende con su leona, se busca otra, sin necesidad de que la iglesia abra un proceso para discontinuar esa unión y si hay cachorros de por medio no se preocupa de ninguna pensión alimenticia.

Políticamente en la selva no hay democracia, no se requieren instituciones que administren las votaciones, ni presidentes consejeros, ni partidos políticos, no hay necesidad de diputados ni senadores, ni presidentes ni jefes de gobierno, por lo mismo las burocracias salen sobrando. La misma naturaleza ha nombrado al León el Rey de la Selva con su melena impresionante como corona, sin presupuestos ofensivos y la cadena alimenticia hace simplemente que los seres vivos se coman unos a los otros sin cargos de conciencia, simplemente el hambre hace que se muevan y mastiquen.

Cuando el León tiene hambre solo se despereza, se estira, se despeina su melena, ruge con gran estruendo para que sus súbditos inmediatamente se bañen y activen sus glándulas desinfectándose porque ya les va a llegar su turno para que su destino manifiesto se realice. Tiene a su disposición una gran variedad de opciones, ciervos, gacelas, cebras y a veces de postre un chango. Pretextando alguna dieta tiene cuidado de quererse comer un elefante, porque ahí si lleva las de perder, independientemente de la posible indigestión y evitar salir lastimado su orgullo.

En alguna ocasión una jirafa en pleno ánimo evangelizador visitó al Rey y queriéndole salvar su alma, empezó a decirle que dejara de comer carne, porque iba a provocar que se fuera directito al infierno o de manera más cotidiana y pragmática corría el riesgo de perder su estatus nobiliario. La primera reacción del León fue de fastidio, no era la primera vez que escuchaba ese sermón, pero ante la insistencia de la jirafa ya molesto, alzó el rugido y le cuestionó, que si no comía carne qué comería, que no podía negar su naturaleza carnívora, que desde los inicios de los tiempos leoniles esas era sus costumbres, que lo único que tenía que hacer era echar una carrerita para justificarse, unos round de sombrar y dar de zarpazos y listo, comiéndose a cualquier animal que se le antojara, en vivo y en directo, sin cocinas integrales de por medio, sin usar ningún tipo de yerbas ni especias, sin preocuparse por las recetas del chef Gordon Ramsay que aparecían en la televisión.

La jirafa no desistió en su intento de convencer al Rey y le empezó a dar una cátedra nutricional, que con yerbas y hojitas era suficiente, que estilizaría su figura regordeta, que su cabellera se vería más sedosa, que se sentiría mejor, que evitaría enfermedades crónicodegenerativas. El León reargumentaba y la jirafa consultaba sus apuntes y volvía a la carga, melosa bajaba el tono de voz encogiendo su largo cuello y le decía mi reyecito, para alimentar su ego. Su manera autoritaria de fuerza le dificultaba razonar al León, no estaba acostumbrado a ceder ante un animal inferior. La jirafa poco a poco fue destruyendo toda resistencia, aún con su pequeña cabeza tenía mucha capacidad neuronal, así que también le sugirió que en caso necesario y considerando tanta contaminación en la naturaleza, pudiera tomar algunos suplementos alimenticios que lo fortalecerían.

Y si también quería bellas manchas en la piel como ella, con unos bellos tatuajes pudiera tenerlas, el arte pictórico marasalvatrucha había evolucionado. Todo posible argumento fue utilizado.

Por fin doblegando su instinto el León aceptó su nuevo destino y su nuevo régimen alimenticio. Todos los animales al enterarse de la noticia por las redes sociales celebraron su conversión, lógicamente no faltaron los memes  criticando o burlándose del hecho. Los tambores tradicionales también tomaron nota y retumbaron en todos los rincones de la selva. En los eventos selváticos sin multas ni presiones cambiaron el tradicional y vulgar grito por el eeeeeeeeeeeeee… León.

Con el tiempo los fétidos e insoportables olores cambiaron a un efluvio casi de rosas, las encuestas de Consulta Mitofsky reflejaron una subida en su popularidad, los viernes sociales se establecieron, conviviendo todos los animales en un anhelado y amoroso paraíso, compartiendo el chisme y la sal; los servicios sicológicos y siquiátricos fueron cancelados, ya no había temores, complejos ni traumas que erradicar; ya no hubo reformas estructurales que derogar, Chozas Blancas que investigar, ninguna pandemia que combatir y ni con Trump ni Tarzán en sus mejores tiempos los animales disfrutaron tanta felicidad.    
       
(2016-abril-24 / Foto: Internet)
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