Bayo. Alberto Bayo. Probablemente era un mercenario. Desconozco de dónde saca su reputación de entrenador de cualquier interesado en derrocar un gobierno en América Latina, no importa bajo que denominación. Pero es de origen cubano. Tiene una mueblería en el “de efe”. Da clases también en una escuela de mecánicos de aviación militar. Todo lo que le prometo –en cuanto a sus beneficios- es para después. Para cuando yo tenga dinero. Para cuando triunfemos y las arcas de la República agradecida estén a su disposición. Por lo pronto me es suficiente con un discurso patriótico. Es el único cubano en todo México que puede ayudarme a montar una expedición. Lo convenzo y el me entrena a los muchachos y me organiza la escuelita en un rancho cercano a la ciudad de México (de paso lo persuado también de que empeñe la mueblería para comprar el rancho). Mi gran problema con Bayo era su pérdida de visión y control motor del ojo derecho y aquel ojo grande que parecía colgarle como una leontina me creaba grandes problemas para mirarlo de frente y sobre todo para acercármele y poder pegarle casi mi nariz a la suya, que es la fórmula irresistible de persuasión que suelo utilizar, sobre todo cuando el discurso es de carácter patriótico, Tú no puedes hablar de la patria a larga distancia. Necesitas hacerlo con el adecuado tono conspirativo a la vez que tocas a tu interlocutor. Ese índice que yo les hundo en el pecho a mis donantes en proyecto es decisivo en la operación de convencimiento. Así que reprimiría mi reluctancia y le soltaba mi descarga de que Cuba lo necesitaba desesperadamente.
En realidad, su única preocupación era saber con cuánta seriedad actuábamos, cuán responsables éramos. Cuando fusilamos a los dos primeros allí mismo en la finquita y los enterramos debajo de unas piedras tuvo una noción de nuestra seriedad. Eran unos tipejos de los que teníamos la convicción de ser informantes de la inteligencia batistiana. Los fusilamos con pistola. Al tercero lo matamos en Tuxpan, a la salida del “Granma”.
Nunca he sabido si esos cadáveres han aflorado, porque al menos al de Tuxpan lo enterramos casi a flor de tierra, a flor de arena, quiero decir, porque fue en una playa cercana al muelle.
En lo que a Bayo respecta, les informo que cumplí rigurosamente mis compromisos. Al triunfo de la Revolución se le invistió con el grado de comandante y cada vez que se presentaba la oportunidad lo agasajábamos con actos públicos y los niños lo rodeaban y lo colmaban de flores y de cánticos revolucionarios.
Libro La autobiografía de Fidel Castro I. El paraíso de los otros, Norberto Fuentes, 2004. Capítulo 11. Así se templó el acero. Págs- 648-649.
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La versión original de la Autobiografía –compuesta de dos cuadernos, con trece capítulos por cada cuaderno-.
El primer cuaderno comprende desde el 13 de agosto de 1926 hasta el 1 de enero de 1959. El segundo, desde el 1 de enero de 1959 hasta el 13 de agosto de 2001. El primero, desde mi nacimiento en la finca Manacas, de Birán, hasta la huida del dictador Fulgencio Batista. El segundo, la destrucción del aparato estatal de la República e instauración en precario del poder revolucionario. El autor, al inicio del trabajo, tenía el propósito secreto de hacer prevalecer en la estructura lo que él cree que es su atadura con la cifra 13 y sus múltiplos. Una especie de “fatum” de orden numerológico. En la presente edición nos la hemos arreglado para hacer siete subdivisiones mayores, de modo que en ese aspecto podamos seguir contando con número afín a la causa –el siete, prodigioso número siete, con el que también me siento identificado y que en una época servía tácitamente para identificar el movimiento revolucionario. El Movimiento Revolucionario 26 de julio. Estaba en los brazaletes de los guerrilleros. En los “graffiti”. Se decía en voz baja, en los susurros del clandestinaje. El M-26-7.
Libro La autobiografía de Fidel Castro I. El paraíso de los otros, Norberto Fuentes, 2004. Capítulo 1. Los huracanes de agosto. Págs. 44, 45-46.
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Norberto Fuentes (La Habana, 1943). Escritor y periodista. Ha publicado entre otros. Los libros Dulces guerreros cubanos, Condenados de condado, Posición uno, Reencuentro con Hemingway y El último santuario.
Norberto fue amigo íntimo de Fidel Castro y, junto con él y para él, estuvo al tanto de actividades de los servicios secretos cubanos en las más delicadas operaciones de la Cuba de los años ochenta. Nadie como él conoce los entresijos de la personalidad de Fidel y la trastienda de la política interior y exterior de Cuba. Tras muchos años en la revolución junto a Castro, intenta escapar de la isla, es detenido y liberado con la mediación del premio Nobel Gabriel García Márquez y de William Kennedy. Actualmente vive en Estados Unidos.
Solapa del libro.
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En alguna ocasión que fui a Tuxpan, platicando sobre este tema con mi amigo Julio Poisot en el Antonio´s del Hotel Reforma, comentó que era un dato importante, pero yo no recordaba donde lo había leído, lo asocié con un libro que estaba leyendo en ese momento “Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet”, 2006, que me prestó mi amigo Juan Pablo de la Serna Perdomo, lo había adquirido en un viaje que hizo a Cuba. Regresando a México volví a repasar el libro y no encontré la mención. Pasó tiempo y volví a buscar con igual negativo resultado. Estaba seguro de haberlo leído, no me era razonable ni lógico que lo hubiera imaginado. Finalmente hoy 28 de abril de 2021 que continuaba leyendo La autobiografía, encontré el sustento de este tema. Lo menciona el mismo Fidel.
Ignoro si se publicó el volumen 2 de esta Autobiografía. CLM.
(Foto: Ilustrativa/Archivo Carlos Lozano M.)