Mucho asumimos y poco preguntamos.
Asumimos los sentimientos de otros, sean buenos o malos, asumimos y esto afecta, precisamente las relaciones interpersonales, pero sobre todo, nos afectamos a nosotros mismos, pues al no obtener la respuesta que asumimos, nos frustramos, tenemos conmiseración, creémos que están en nuestra contra, solo al dar por hecho erramos y vivimos con cargas del “hubiera” o “ es que yo pensaba”.
Preguntar antes de suponer, ayudaría mucho a quitar el estrés en algo tan importante que hay como es la sociedad.
El suponer tiene en ocasiones un tinte con estereotipos y prejuicios y estos no siempre tienen que ver con sentimientos negativos, por ejemplo, asumir que tu esposo o esposa, sabe lo que estás pensando y tiene que decir lo que tú quieres que diga.
El no asumir nos quitaría de líos y esto se logra al abrir diálogo y no solo “abrir hilo”, es decir, no solo dar opinión sin saber escuchar.
Preguntar antes de suponer es de sabios y no de necios.