La hojita que me seguía...(Reflexión en mini cuento)

 Por: Cesia Carrillo Clemente.

Escuché sus pasitos silenciosos. Se movían ligeros a la par del viento. A veces sonaban arrastrarse perezosos, pero volteaba…y nada.

Caminaba de nuevo y otro viento resoplaba. Y entre más fuerte soplaba, más rápido, esos pasitos hacia mí se acercaban. Pero volteaba…y nada.

De repente, la atrapé en el acto. No se trataba de un monstruo o algo así. Era una pequeña hoja que recién había caído de ese frondoso y anciano árbol, en uno de los cambios de ocaso.

La pequeña hoja se veía muy feliz. Lista para andar por el mundo, tener aventuras viajando.

¿Hasta dónde viajará? 

No es un ave para volar. No es persona o animal para caminar. No es serpiente para arrastrarse. No es piedra para rodar. Necesita al viento para andar…y así será. Esa feliz hoja espera el impulso para viajar.

¿Pero por qué se cayó del árbol?. Algunas de sus compañeras ahí se quedaron. ¿Acaso tenía algo mal?.  ¡NO! Esa pequeña hoja, no fue desechada por mal. Se cayó del árbol porque dio todo de sí. Su proceso de fotosíntesis, su proceso de crear oxigenación se cumplió, y ahora el viento se encarga de llevarla, a donde su ocaso se vuelve. Solo espero que encuentre un hogar donde descansar. A la tierra o al pasto para así continuar dándonos nutrientes que nuestro suelo solicita. 

El pavimento nos aligera el progreso, a  nosotros que pensamos. Pero se está comiendo ese subsuelo… y probablemente, esa pequeña hoja me seguía para contarme eso: necesita volar hacia aquél lugar donde se valora que en ese pequeño cuerpo, su proceso de descanso enriquece y nutre el subsuelo con toda la sabiduría que absorbió del árbol, para así continuar con el majestuoso proceso de una crecimiento nuevo.

Escuché unos pasitos…y no era nada, era TODO, era una pequeña hoja.

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