Autor: Prof. Gilberto Tejeda Salazar.
Fue el Hogar Estudiantil,
Normalista de excelencia,
un albergue juvenil,
libre de maledicencia.
Mi llegada a ese hogar,
se lo debo a Santos Cobos
que, al verme en la Normal,
me invitó con buenos modos.
Vivir en ese lugar,
dos cosas se requerían,
ser muy pobre de verdad,
y armarse de valentía.
Era un grupo singular,
selecto por su pobreza,
con ánimo de triunfar,
aspirante a la grandeza.
Con toda noble hermandad,
la broma nunca faltaba,
¡Claro! Era sin maldad,
y algunos no les gustaba.
En este claustro incipiente,
distintas generaciones,
productivas, cual simiente,
y grandiosos corazones.
Los recuerdo con cariño,
con su sonrisa pueril,
con su faz casi de niño,
y su actitud juvenil.
Algo sucedió con ellos,
entiendo que el tiempo es vil,
veo su rostro y cabellos,
observo a puro senil.
Aunque ninguno de ellos,
reconoce su vejez,
se sienten aún muy bellos,
¡Ah! qué gran testarudez.
Este veintidós de octubre,
estrechamos nuestras manos,
la nostalgia nos reúne,
y nos vemos como hermanos.
Algunos se adelantaron,
su recuerdo está presente,
en el hogar han dejado,
una huella permanente.
Recuerdo a Oscar Cerón,
así como a Bonifacio,
al tremendo Chicharrón,
nadie ocupa ya su espacio.
Quiero concluir mi rima,
y con el alma les digo,
en Tuxpan se les estima
y cuenten siempre conmigo.