En lugar del “Niño Perdido” encontramos un “Tráiler”…

 Por: Carlos Lozano Medrano.

Como todos los años desde hace quince que regresamos de Tuxpan (1986-87), el 7 de diciembre celebramos el “Día del Niño Perdido”, tradición como allá se hace, vivíamos en Izcalli Jardines en Ecatepec, Estado de México, pues ese viernes también lo hicimos, tuve oportunidad de salir temprano de mi trabajo, en Sistemas Televisa, ese día estábamos mi esposa Sara María, tres de mis hijos Carlos, Pedro y Sari y también mi sobrino Román que vivía con nosotros, Jorge mi sobrino que había llegado de Puebla, luego también llegó mi sobrina Hilda con Roberto, los había invitado mi hija, y mi cuñada Lilián con sus hijos Lael y Metzli y yo. Empezamos a cortar las velas en tres partes y a las siete de la tarde / noche a encenderlas  y volvimos a armar las cajitas que anteriormente hice para proteger las velitas del aire, pusimos algunas arriba del techo del lado de la carretera antigua a Pachuca, otras las colgamos en la celosía de la barda y más velitas en la banqueta. Mi esposa hizo los carritos con cajas de zapatos para los niños con su respectiva velita, que anduvieron jalando y después con el ajetreo se fueron quemando; también traíamos las hojas donde se explica esta tradición tuxpeña, que les dimos a algunas personas que pasaron por la calle.  Estuvimos contentos prendiendo las velitas y volviéndolas a prender porque se apagaban, poniéndolas en la banqueta, hasta que se deshicieron y quedó la parafina regada.  Ya cuando nos metimos a la casa y merendamos estuvimos platicando hasta cerca de la medianoche, al irnos a dormir,  resultó que como había cupo completo mi hijo Carlos y mi sobrino Jorge se acostaron en los muebles de la sala. 

Al otro día cerca de las 6:30 de la mañana increíblemente en lugar de encontrar al Niño Perdido encontramos un Tráiler. Todo empezó con un ruido y una vibración intensa, mi esposa gritó: ¡Dios mío!, y se oyó un golpazo, todos nos levantamos asustados y preguntándonos qué había pasado, cuando llegamos a la sala  nos dimos cuenta que el golpe había sido a nuestra casa, se veía un boquete en la pared y la defensa de un vehículo y alguien dijo que era un carro, se oía que trataban de echarlo a andar y un silbidito de algo que se escapaba, la sala estaba llena de polvo, pedazos de tabique regados sobre el suelo y sobre el colchón donde había estado dormido mi sobrino al momento del impacto –afortunadamente no lo lastimaron al caerles en los pies y en las piernas aunque se despertó también asustado pensando que estaba temblando, mi hijo Carlos también acababa de levantarse e iba hacia el baño- cuando salimos hacia el lado de la carretera, cual no fue nuestra sorpresa al ver que no era un carro sino un tráiler, el chofer seguía intentando echarlo a andar. Cuando se bajó resultó una persona joven, traía aliento alcohólico –aunque no estaba borracho-, nos dijo que intento evitar el encontronazo con un carro que iba rebasando arriba en la carretera de dos carriles (el chofer huyó y el auto quedó abandonado, subimos y ahí estaba), yéndose hacia abajo, la carretera está a 5 metros del nivel de las casas y a unos diez metros de distancia, afortunadamente pudo maniobrar lo suficiente para que solo fuera un pequeño impacto, quedando a menos de un metro de un poste de la luz, y como apenas iba a cargar rumbo a Texcoco, eso le facilitó para que pudiera controlar el vehículo.  

Ya que volví a entrar a la casa vi que con el golpe el mueble donde estaba la televisión se recorrió pero no se cayeron –fue un golpe pequeño y preciso-, solo se rompieron tres vasos jaiboleros, algunos casetes, varias plantas, el modular estaba tirado, Afortunadamente no hubo desgracias personales, llegó el Federal de Caminos, los policías de la Colonia, la Municipal y la Estatal, después llegó el señor Marmolejo Presidente del Consejo de la Colonia, como ven todas las autoridades estuvieron presentes.  Al rato que llegaron el hijo del dueño de la empresa propietaria del tráiler y una empleada suya nos pidieron que no levantáramos el acta del accidente, que confiáramos en ellos que arreglarían el desperfecto, en algún momento llegó el albañil que ellos ya le habían hablado, mi esposa tenía el temor de que se hubiera dañado la estructura de la casa. Roberto mi sobrino político hizo por escrito el acuerdo que después varios firmamos  

A nuestros invitados les comenté que eso no pasaba todos los años, que en este caso había sido un evento especial preparado para ellos, lógicamente ésta broma  fue después de ver que no nos había pasado nada a nadie.

En la tarde que vi a mi vecino de alado le comenté lo que había pasado, que no había escuchado nada, había llegado como a las cinco de la mañana, curioso que el boquete estaba a menos de un metro de su casa y no se dio cuenta.  Ya después también supimos que la señora Yolanda, otra vecina que vive a tres casas, cuando oyó el ruido que hacia el tráiler al ir bajando / cayendo, salió de volada de la parte de atrás de su casa –iba a empezar a lavar- porque presintió que un vehículo se le iba encima. Horas después sacaron al tráiler por un terreno baldío que había.

El lunes siguiente pusieron los tabiques, después revocaron pero no pintaron. Mi esposa les pidió que arreglaran el aparato modular y hasta la fecha no nos lo han regresado.

Así que un día después del Día del Niño Perdido tuvimos una anécdota más y prácticamente nada que lamentar.

(8 de Diciembre de 2001).

(Fotos: Carlos Lozano M.)
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