Autor: Prof. Gilberto Tejeda Salazar.
Volví mis pasos
a la querencia.
Y me pregunté
el porqué de mi tardanza
en volver.
Me sentí vanidoso,
soberbio y arrogante,
aunque eso
no servía de nada.
Volví a la querencia,
el pueblo de mi infancia,
de mi adolescencia y
parte de mi juventud.
Y me sentí perdido,
confundido, atemorizado…
Encontré todo cambiado
pero igual.
Encontré a todos cambiados
pero iguales,
el afecto y el cariño incólume;
guardado de manera perenne
para entregarlo
al que regresa.
Un afecto, un cariño…maduro.
Guardado en el baúl de los recuerdos
escolares.
Y me sentí dichoso…
Los vi,
y como si el tiempo
se hubiera detenido,
como si sus sonrisas
se hubieran congelado.
Estaban ante mí,
y yo estaba entre ellos.
Las dudas de los años
se quedaron en los labios
atrapados.
Y los recuerdos brotaron,
uno a uno,
como relámpagos en el
cielo.
De nuevo el tiempo,
Ese tiempo del que no
somos dueños, me hizo apresurarme
y partí.
Salí de la querencia
pero ya no era el mismo.
Salí de la querencia:
renovado y jubiloso.
Los llevaba en mi corazón
y en mi recuerdo.
Y me prometí volver,
sí, volver a la querencia,
volver con los míos,
con los que marcaron
mi tierna existencia.
Una vida compartida
durante tres años.
Ellos están allí.
No todos.
Solo algunos,
afortunados porque no
sufrieron el extravío
y la extrañeza.
Ellos me esperan, y
yo exultante
iré hacia ellos,
volveré a la querencia