Anecdotario familiar de un tuxpeño I

Por: Carlos Lozano Medrano.


PERO NO ES PARA TI

Terminando mi ciclo Secundario junto con mi hermana María, mi papá decidió que nos fuéramos a México para seguir estudiando, mi hermano Arturo ya tenía un año allá viviendo con sus padrinos, doña Rosita y don Mariano. Mi mamá y mis hermanos nos cambiamos en 1966, mi papá se quedó sólo en Tuxpan por su trabajo en el Astillero. Llegamos a vivir a la colonia Independencia en Naucalpan, no había servicios públicos de agua potable, drenaje, había unas cuevas y algunos de los vecinos lo ocupaban como sanitarios, tampoco luz en las calles, banquetas ni calles pavimentadas, y servicio de correo. Don Mariano compadre de mi papá que ya se había pensionado y como militar tenía un Apartado Postal en la Defensa Nacional se lo ofreció a mi papá por si se le ofrecía enviar alguna carta. En alguna ocasión lo acompañé a revisar el apartado y resultó que había una carta para mi mamá enviada por mi papá desde Tuxpan, cuando subimos al carro me la entregó, estaba yo intentando abrirla, aunque nunca lo había hecho lo consideré normal por que otras veces mi mamá la abría y luego nos la pasaba para que la leyéramos, así que me estaba tomando la confianza para abrirla y leerla cuando él mi preguntó si la carta era para mí. Le contesté que no, pero que era de mi mamá, me volvió a preguntar si era para mí y pues no, no era para mí, no entendía su insistencia, entonces me dijo que no debía abrirla, que era una falta de respeto hacerlo y que si después mi mamá nos las prestaba ya era su decisión. Llegando a casa le entregué la carta a mi mamá, ella abrió el sobre, la leyó y luego nos la dio a leer. Aún cuando siempre había sido un niño y un joven respetuoso –tendría unos 16 años- esa pequeña historia señalaba que todavía tenía muchas cosas que aprender. Desde ese entonces tuve más cuidado en respetar lo que era de otros.

A MI NO ME GUSTABAN LAS FIESTAS

Cuando en 1969 estaba por terminar mi carrera como Técnico en Computación Electrónica en la Tecnológica Tres, ya después Juan de Dios Bátiz, dependiente del Instituto Politécnico Nacional enfrente del deportivo Plan Sexenal, recibí el importe de una beca que me dieron, ya estaban organizando las fiestas de graduación, la oficial en Zacatenco y la fiesta en el Club Francés. Previo a éstas el comité organizador nos invitó a los alumnos a participar en el diseño de las imágenes que contendría nuestro anillo de graduación, pocos participaron. Aproveché para comprarme mis primeros trajes, uno era verde oscuro y el otro gris, una camisa blanca y dos corbatas, como desde antes me llamaban la atención los zapatos bostonianos de la marca Canadá, me compré mi primer par, durante muchos años me transportaron, como en ese entonces estaba largo y bien flaco posiblemente me sirvieron de ancla para no volar.

Bueno, pues como a mí no me gustaban las fiestas, incluso bailar se me hacía ridículo, decidí que solo iría a la formal, a la entrega de diplomas en el Auditorio “El Queso” en Zacatenco, de la otra me ofrecieron boletos, pero dije que no. La fecha de las fiestas era el 18 de octubre de 1969, cumpleaños de mi papá, la primera durante la mañana y la segunda en la noche.

Mi papá vino de Tuxpan quince días antes, ahora digo afortunadamente y en la plática me preguntó sobre las fiestas de graduación, le comenté cómo estaban las cosas y lo que había decidido. El tranquilamente me comentó que les gustaría asistir a las dos, pero “si yo no quería que ellos asistieran pues no lo harían”, en ese momento me cayó el veinte, solo había pensado en mí, no había considerado lo que a ellos les gustaría, sobre todo por tantos esfuerzos y sacrificios que habían hecho. Ya sobre el tiempo, tuve que buscar quien me vendiera tres boletos, los pagué más caros, finalmente asistimos a las dos fiestas, en la mañana me dieron mi diploma y mi anillo y en la noche fue una fiesta muy bonita, nunca había asistido a un salón de fiestas, mi mamá y mi papá se la pasaron contentos, bueno aún sin bailar yo también me la pasé bien y con la conciencia ya tranquila. También aprendí que tenía que considerar a los demás, no solo lo que yo quería.

MI PRIMER TRABAJO

Después de un año de mi graduación estuve sin dar golpe, no me animaba a buscar trabajo, mi timidez me afectaba. Alguna vez acompañé a mi papá que había venido de Tuxpan a la empresa Industrias Unidas IUSA a llevar un presupuesto que le habían encargado para hacer un varadero y un hangar para un yate que el señor Alejo Peralta dueño de la empresa tenía en Cazones. Cuando llegamos preguntó por el ingeniero Federico Padilla Soto para entregárselo, entró a su oficina y me quedé en otro espacio junto con el señor Garrido, éste último le estaba ayudando en los trámites para registrar el Astillero donde trabajaba, como sociedad cooperativa. Después de un rato, mi papá me habló, me acerqué y me comentó que el ingeniero me ofrecía trabajo, que ellos tenían máquinas IBM (como mi papá identificaba todo lo que eran computadoras), porque le había comentado lo que yo había estudiado. El ingeniero Padilla Soto me preguntó si me interesaba, mi respuesta inmediata fue sí, entonces agregó que entraría primero a la Planta con él y después buscaría el cambio hacia el Centro de Proceso de la Información en las oficinas. Días después busqué al señor Martínez jefe de personal, luego éste me mando al sindicato con un escrito donde indicaba que requerían mis servicios, después me contrataron. El primer día hábil de septiembre de 1970 empecé mi vida productiva, estuve dependiendo directamente del Ingeniero Vera, que era subordinado del ingeniero Padilla durante tres meses en la Planta y durante ese tiempo el Licenciado Gabino Govea estuvo tramitando lo de mi cambio, así que en diciembre de ese mismo año entré a trabajar al CPI donde conocí la computadora IBM 360/20 que trabajaba con tarjetas perforadas y de ahí pal real. Curioso que mi papá viviendo y trabajando en Tuxpan me consiguió trabajo en la ciudad de México.

MI ANILLO DE GRADUACION SE PERDIO

Allá por 1975 trabajando en IUSA, la instalación del departamento CPI donde estaba la computadora IBM 360/20 eran 3 paredes de vidrio y una cerrada. Entrando en la empresa, era de lo primero que se veía, una imagen muy bonita y muy moderna. Por lo mismo Alejo el hijo mayor del dueño decidió poner su oficina dentro del departamento, por sus funciones no tenía nada que hacer ahí, pero me imagino que le gustaba sentirse en ese ambiente y que sus visitantes lo vieran. El escritorio de su secretaria estaba junto con los nuestros que eran parte del área de Mesa de Control.

Un viernes que estaba trabajando en el área de Operación y en el turno de la tarde, Leticia la secretaria de Alejo hijo del dueño, que ya era mi amiga, me dijo si le prestaba mi anillo de graduación, me lo saqué del dedo y se lo di, después ella salió del trabajo a las 17.30 pero se le olvidó regresármelo, me quedé trabajando hasta las 9 de la noche junto con mi compañero Víctor. El sábado ella trabajaba en la mañana y salía a la una de la tarde y nosotros entrábamos a esa hora, pero ese día ya no nos vimos. En el transcurso de la tarde terminamos con anticipación nuestro trabajo, nos salimos de nuestro espacio, para esperar la hora de salida, Víctor se sentó en la silla de un escritorio del área de Control y yo en la silla de mi amiga, atrás de su escritorio, estábamos platicando cuando con el dedo inconscientemente jalé el cajón del escritorio y se abrió, no estaba cerrado con llave y mi anillo estaba encima a simple vista, no me causaba ningún problema dejarlo ahí y esperar que Lety me lo entregara, pero sabía que fuera de horas de trabajo Alejo llegaba a su oficina a veces con sus amigos y consideré que estaba mal puesto, así que lo tomé, pensando que el siguiente lunes le diría que lo había tomado.

El lunes que llegué en la tarde para cubrir mi turno apenas entrar en la oficina, Gloria secretaria del gerente me dice toda azorada, que había habido un problema, que mi anillo “se lo habían robado” a Lety y que ya había levantado un reporte en Personal, estaban investigando, porque se había creado un problema mucho más grande, porque había salido a la luz que en otras oficinas (en el primer piso eran las oficina de los jefes de la empresa) también se habían perdido otras cosas, ante la magnitud del problema y considerando que después de la salida del turno normal nosotros dos, Víctor y yo, éramos los únicos que nos quedábamos solos en todas las oficinas, fueran a pensar que  algo tuviéramos que ver. Discretamente me quite el anillo y lo guardé en un bolsillo interior de mi saco. Cuando vi que llegaba Víctor lo intercepté y le comenté el problema, que ya me había guardado el anillo y le aconsejé que no dijera nada. Cuando Lety me vió se puso a llorar toda apenada por mi anillo, que la disculpara por no habérmelo regresado, me decía que me lo pagaría, ¿qué cuánto me había costado? le insistía que no se preocupara, que ya conseguiría otro, ella llorando mi decía que comprendía el valor simbólico que para mí era. Nunca más lo volví a usar, lo dejé en mi pequeño ropero en casa, pero después sin saber que había pasado resultó que ya no volví a verlo, dándolo por perdido. Cuando murió mi madrina Rosita en 2013 (solo viví ocho años en su casa, cuando estaba estudiando, hasta que me casé) después de más de 35 años, una ahijada ayudándome a limpiar la casa encontró el anillo.


(Instituto Cultural Tuxpan Universal / ICTU)
 

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