Es muy difícil escuchar si hay ruido. Poner toda nuestra concentración si hay distractores, se torna muy estresante. Llevar el trabajo y la escuela a casa, por esta temporada pandémica, nos ha sacado más de una vez “canas verdes”, porque justo abres el micrófono para hablar, cuando se escucha: Gaaaaaaaaaas.
Las interrupciones son cosas comunes, pero no dejan de ser vergonzosas. ¿Pero qué sucede con nuestro respeto de saber escuchar?. Debemos adecuar nuestra comunicación y respetar lo que originalmente es el círculo del habla: esperar a que el emisor termine su interacción, para así, el receptor procese el código del mensaje y convertirse después en emisor. Sin embargo, durante este tiempo he reflexionado de lo impacientes que somos por ser escuchados y es muy común interrumpir. Aunque seamos honestos, no tiene nada que ver con la inmediatez en nuestra actualidad, sino con el valor del respeto.
El arte de escuchar quizá no se da de la noche a la mañana. Es un ejercicio que conlleva humildad (como esencia), empatía, respeto, y aprender a escuchar como la otra persona quiere ser escuchada, ¿a qué me refiero?, pues, a veces creemos poner la atención debida, pero la contraparte no siente que sea así. Esto nos puede llevar a conflictos en las relaciones, por ello es necesario detenernos y pensar en la persona, conocerla y recordar que comunicamos incluso hasta con nuestro cuerpo, hasta diferenciar la intencionalidad en el sonido de nuestras palabras.
El arte de saber escuchar es vital para contrarrestar una sociedad egoísta, es vital para fortalecer nuestras relaciones y para afirmarnos como individuos.