Citas del libro “Un Minuto para el Absurdo”...

Comparte: Carlos Lozano Medrano.
Director del Instituto Cultural Tuxpan Universal (ICTU)

Alguien preguntó al Maestro si creía en la suerte.
<<Por supuesto que si>>, respondió él sonriendo irónicamente.
<<De lo contrario, ¿cómo puede explicarse el éxito de aquellas personas que no le agradan a uno?>>

*

El Maestro era realmente despiadado con quienes se complacían en la autocompasión o en el resentimiento.
<<Recibir un agravio>>, decía, <<no significa nada, a menos que uno insista en recordarlo>>.

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<<¿Acaso puede alguien ofenderte si te niegas a admitir la ofensa?>>

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<<La gente no está dispuesta a renunciar a sus celos y preocupaciones, a sus resentimientos y culpabilidades, porque estas emociones negativas, con sus ‘punzadas’, les dan la sensación de estar vivos>>, dijo el Maestro.

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A un discípulo al que, literalmente, le aterraba la mera posibilidad de cometer errores le dijo el Maestro:
<<Los que no cometen errores cometen el mayor error de todos: el no intentar nada nuevo>>.

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<<¿Cuál es el secreto de tu serenidad?<<, preguntó el discípulo.
<<Cooperar incondicionalmente con lo inevitable>>, respondió el Maestro.

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<<¿Cómo se aprende a confiar en la Providencia?>>
<<Confiar en la Providencia>>, dijo el Maestro, <<es como entrar en un restaurante de lujo sin llevar un céntimo en el bolsillo y encargar docenas de ostras con la esperanza de hallar una perla con la que pagar la cuenta>>.

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Los discípulos se escandalizaban de que el Maestro evidenciara tan escasa inclinación hacia el culto.
<<Encuentra un objeto de veneración>>, solía decir, <<y muy devotamente, eso sí, te distraerás de lo que es esencial: El conocimiento que conduce al amor>>.
En cierta ocasión, se permitió regalar un plátano a un atolondrado visitante, el cual empezó a sentir tal veneración por el regalo que no sabía qué hacer con el.
Cuando se lo contaron al Maestro, éste hizo uno de sus típicos comentarios: <<Decidle a ese asno que se lo coma>>.

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El maestro propuso un enigma:
<<¿Qué es lo que el artista y el músico tienen en común con el místico?>>
Todos se dieron por vencidos.
<<La certeza de que el lenguaje más sutil no es el que articulan los labios>>, dijo el Maestro.

*
El maestro paseaba calle abajo cuando, de pronto, salió de un portal un hombre que chocó violentamente con él.
El individuo, totalmente fuera de sí, rompió a soltar palabrotas.  El Maestro hizo una breve inclinación, sonrió amablemente y le dijo:
<<Amigo, no sé quién de los dos ha tenido la culpa de que chocáramos, pero no estoy dispuesto a perder el tiempo tratando de averiguarlo… Si la culpa ha sido mía, le pido perdón; si ha sido suya, olvídelo>>.
Y, tras hacer una nueva inclinación y esbozar una nueva sonrisa, siguió caminando.

*
El maestro no era, ciertamente, un obseso de la etiqueta y las buenas maneras, aunque siempre daba muestras de una natural educación y elegancia en su trato con los demás.
Una noche, llevando al Maestro a su casa en automóvil, un joven discípulo se mostró especialmente grosero con un agente de tráfico.  Y en su propio descargo le dijo al Maestro:
<<Prefiero ser yo mismo y que la gente sepa exactamente cómo me siento… La cortesía no es más que aire…>>
<<Eso es verdad>>, dijo conciliador el Maestro, <<pero aire es también lo que llevamos en los neumáticos, y fíjate como suaviza los baches…>>

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<<La sabiduría no puede enseñarse, pero sí puede aprenderse>>.

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Una madre le preguntó al Maestro cuándo debería iniciar la educación de su hija.
<<¿Cuántos años tiene la niña?>>, le preguntó el Maestro a la vez.
<<Cinco>>.
<<¡Cinco! ¡Ve a tu casa corriendo: vas con cinco años de retraso!>>

*
El maestro refirió a continuación la historia de aquel astronauta que, cuando le preguntaron cómo se sentía al regresar de un viaje espacial en el que había recorrido quinientas veces una órbita alrededor de la tierra, respondió:
<<¡Agotado! ¡Figúrense las veces que he tenido que recitar las oraciones de la mañana, del mediodía, de la tarde y de la noche que prescribe mi religión!>>

*
<<Soy un hombre muy rico, pero muy desdichado… ¡Puedes decirme por qué?>>
<<Porque empleas demasiado tiempo en hacer dinero y demasiado poco en practicar el amor>>, le respondió el Maestro

*
Un discípulo sentía tal veneración por el Maestro que le miraba como si fuera el mismo Dios encarnado.
<<Dime, oh Maestro>>, le dijo en cierta ocasión, <<¿por qué viniste a este mundo?>>
<<Para enseñar a los necios como tú a que dejen de malgastar su tiempo en rendir culto a los Maestros>>, fue su respuesta.

*
<<¡Tienes algún consejo que darme para el ejercicio de mi cargo?>>, preguntó el gobernador.
<<Sí>>, respondió el Maestro: <<Aprende a dar órdenes>>.
<<¡Y cómo debo darlas?>>
<<De forma que los demás puedan recibirlas sin sentirse inferiores><.

*
Los discípulos se hallaban sentados a la orilla de un río.
<<Si me cayera al agua, ¿me ahogaría?>>, preguntó uno de ellos.
<<No>>, le respondió el Maestro.  <<No es el caerte al agua lo que hace que te ahogues, sino el quedarte dentro>>.


(Extracto del libro “Un Minuto para el Absurdo” de Anthony de Mello)

Continuará II Parte...
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