Por: Cesia Carrillo Clemente.
La comunicación es vital para que la sociedad avance. Es la escasez, o la mala praxis de esta, que los problemas en la sociedad se detonan.
Quizá alguno de los actores, durante el proceso comunicativo, no participa o no actúa bien. Durante ese círculo, podemos caer en esa letanía, a veces digo una cosa, y digo otra.
Dar a entender, o sobreentender, no es lo más sano para mantener buenas relaciones interpersonales. Dar por hecho que los demás ya saben lo que quiero, pienso o digo, solo porque digo algo, y digo otra cosa, es una muestra de una total arrogancia comunicativa, pues cada uno está inmerso en su diálogo y solo nos escuchamos a nosotros mismos, y creemos que todo gira en nuestro guion.
Otro problema es que decimos algo en palabras, pero nuestras acciones, que también son comunicación, dicen otra cosa.
La falta de congruencia muchas veces es el mayor ruido que hay en esta sociedad. Además, me atrevo a pensar que todos en un momento hemos tenido este problema; a veces por “mantener’ un estereotipo o por encajar en un grupo social, lo que nos lleva a esa famosa frase de “doble moral”.
La moralidad, claro está, se somete al contexto y todo lo que nos construye como individuos, pero esto en mucho se sujeta a la conveniencia, y por ende, nuestra comunicación tendrá error de sintaxis.
Para mejorar en nuestra comunicación, debemos pensar, ¿quién soy?, ¿qué es lo que realmente quiero decir?. ¿Qué hago, y qué es realmente lo que quiero decir?. Quizá no será fácil si hemos vivido con doble cara, pero vale la pena, una pizca de integridad moral y comunicativa. Porque yo como digo una cosa… ¿digo otra?