El histórico Salón de la Fama del Béisbol de México


Al Bat

Por: Jesús Alberto Rubio.

Antes de entrar en materia con la historia del Salón de la Fama del Beisbol de México –grato rescate—atendamos los comentarios de Cesáreo Suárez Naranjo y de Alfredo “Yaqui” Rivera Tánori.

Cesáreo hizo la siguiente referencia de Paul O'Neill: “Además de que se convirtió en uno de mis ídolos a partir de que llegó a los Yankees, de cualquier forma le diré que ya lo admiraba bastante desde que jugaba con los Rojos de Cincinnati.

Paul ha sido el único jugador en haber participado en juegos donde el pitcher de su equipo lanzó perfecto. Uno, el de Tom Browning, con los Rojos, y dos, de David Wells, y David Cone, de los Yankees.

Y, además, sobresale su pundonor cuando habiendo fallecido su padre, horas antes, él - de todos modos - participó en el juego de serie Mundial (1999) contra los Bravos”.

Y el de Alfredo, respecto a la educación y la trascendencia del proceso comunicativo: “El deporte es una materia que los centros de educación, están obligados a desarrollar entre la niñez y la juventud, para que la madurez tenga un buen estado de salud. Sin embargo, la comunicación, en cada cambio, de la vida, ¡es indispensable!”

El Recinto Sagrado:

Quizá ya conoce esta historia; de ser así, bueno, disfrútela de nuevo. Se la comparto precisamente por el reciente tercer aniversario del recinto en sus nuevas instalaciones en la misma ciudad de Monterrey:

Ok:

Fue en 1939 cuando en la capital del país se proyectó la idea de que hubiese un inmueble enaltecedor de los inmortales del béisbol en México.

La idea surgió a raíz de que Alejandro Aguilar Reyes (“Fray Nano”), se enteró de que el lunes 12 de junio de aquel 1939 se iba a inaugurar el recinto del béisbol de Ligas Mayores con los primeros grandes héroes designados desde 1936: Ty Cobb, Babe Ruth, Walter Johnson, Christy Mathewson y Honus Wagner.

Entonces, el director-fundador del Diario La Afición, quien junto con Ernesto Carmona había sido en 1925 fundador de la Liga Mexicana de Béisbol, tuvo la brillantísima idea de impulsar la creación en nuestro país un recinto de esa naturaleza.

Para lograr su cometido, se dio a la tarea de buscar el patrocinio de las Ferreterías El Barco, de la Ciudad de México, empresas dedicadas a la fabricación y exportación de todo tipo de artículos deportivos --especialmente de béisbol--, invitando a los aficionados para que a través de cupones manifestaran su apoyo a quienes consideraban los de mayor simpatía y, obviamente, los principales protagonistas dentro del terreno de juego.

Primeros entronizados

El cómputo final se realizó el 25 de mayo, quedando las votaciones de la siguiente forma: Lucas Juárez con 40,427, Antonio Delfín "Lañiza" (37,464), Julio "El Diamante Blanco" Molina (18,228), Leonardo "Najo" Alanís (17,676) y Fernando "Cocuite" Barradas (11,778).

Con este resultado, el béisbol profesional de México sentaba un notable precedente y daba paso a la instauración de su Salón de la Fama con la introducción de estos primeros cinco inmortales, exactamente el 11 de junio, un día antes de que ocurriera el acto de apertura oficial del recinto de Ligas Mayores.

Ese histórico día sus nombres quedaron grabados en una placa de bronce que se colocó en lo que fue el desaparecido Parque Delta de la capital del país, siendo Ernesto Carmona quien en su calidad de presidente del circuito se encargó de develarla en medio del regocijo general.

Pero… ¡hasta ahí!; nunca más se habló ni se tocó el tema del Recinto Sagrado!

Y es que sería hasta ¡1964! cuando la Asociación de Cronistas de la Ciudad de México decidió realizar una votación para elegir a los siguientes grandes peloteros.

Ahora, se tomaría en cuenta a los mejores beisbolistas mexicanos y extranjeros que hubieran destacado en la pelota mexicana para ser inmortalizados en un Salón de la Fama ¡que podría ser construido a futuro!

Esa vez, los elegidos fueron Ángel Castro, Epitacio "La Mala" Torres, Martín Dihigo, Lázaro Salazar, Ramón Bragaña y Genaro Casas.

El Recinto en Monterrey

Luego, fue hasta 1971, ¡32 años después de la brillante idea del genial periodista "Fray Nano"!, cuando germinó la idea de construir la casa de los inmortales de la pelota.

A fin de alcanzar ese sueño, se formó un comité presidido por Antonio Ramírez Muro, presidente de la Asociación de Ligas Profesionales de Béisbol y de la Liga Mexicana de Verano, idea que fue aceptada por la Cervecería Cuauhtémoc, además de haberse tenido de inmediato el ofrecimiento del connotado empresario Eugenio Garza Sada para que el Salón de la Fama tuviera como sede la Ciudad de Monterrey.

Enseguida, la empresa patrocinadora designó como primer director del Templo de los Inmortales a Rafael Domínguez García, quien con su característico dinamismo y dedicación se encargó de darle proyección en el ámbito nacional y más allá de sus fronteras.

En la capital naranjera

Fue así, a través de ese histórico recorrido, como se llegó a la III Convención Nacional en Hermosillo (12 y 13 de febrero de 1972), donde se iba a conocer la noticia de que surgía un recinto por demás relevante en la historia del béisbol al anunciarse que bajo los auspicios de la Cervecería Cuauhtémoc se iban a inaugurar en Monterrey, las instalaciones del Salón de la Fama, lo cual sucedió el 10 de marzo de 1973.

Ese año, ingresarían por grandes méritos Daniel Ríos, Roberto Ortiz, Anuar Canavati, Agustín Bejerano, Lázaro Penagos y Manuel Oliveros.

La historia continúa.

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