Por: Cesia Carrillo Clemente.
Durante la semana un adolescente me comentó dos veces: “No me gusta expresarme”. Fue una tragedia leerlo, aun cuando tuvo la confianza de expresarse, conmigo.
La realidad es que todo el tiempo nos expresamos. El silencio expresa, las muecas expresan, etc. Todo expresa, pero a todos (así sea el más parlanchín), se nos dificulta cuando no recibimos respuesta alguna vez.
La pregunta no es ¿por qué no te gusta expresarte?, la pregunta es ¿qué sucedió para llegar a esa afirmación en tu vida?.Ciertamente todos hemos tenido episodios en la vida donde no fuimos escuchados, donde por más intentos de llamar la atención quizá fracasamos. Algunos de esos intentos quizá hasta fueron arranques de rebeldía, atentar contra nuestra propia vida y más… cosas que no dañan a nadie más que a nosotros mismos.
En nuestra actualidad suele verse el valor de expresarse masivamente, en grupos de protesta y más. Es parte de la bondad de vivir en sociedad, aunque también es necesario usar nuestras propias “palabras” con su respectiva responsabilidad, para así expresarnos.
El extremo de no expresarse es la verborrea, es decir hablar de más sin pensar en las consecuencias; expresándonos sin pensar que pueda herir a otros, olvidándonos ese principio juarense: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Expresar, es manifestar lo que sentimos o deseamos. No es bueno guardarnos nada, pero sí debemos conocer exactamente qué sentimos y qué deseamos. Pensar las palabras y las acciones que den respaldo a lo que deseamos expresar; tratando de visualizar las posibilidades del impacto de nuestras palabras. Pero una cosa sí…no te dejes nunca, nunca de expresar.