Por: Cesia Carrillo Clemente.
No cabe duda que ese chip de “nadie escarmienta en cabeza ajena” se ha incrustado en nuestras cabezas como pretexto para la terquedad. Una persona terca según su definición, es aquella que aun dándole razones en contra para convencerlo de hacer otra cosa, se mantiene firme e inamovible en su actitud.
Muchas veces solemos tergiversar nuestra postura aferrándonos a creer que se trata de persistencia o resiliencia. Pero en esencia, la palabra terquedad tiene un sentido denotativo negativo. Es una actitud que en acción se convierte en un obstáculo para logremos salir del bache donde en ocasiones nos vemos cegados y la culpa de nuestra situación se la echamos a otros.
La terquedad está siendo mal aconsejada por la soberbia. La soberbia es ese sentimiento y actitud de superioridad despreciativa hacia los demás. Quizá pensamos que no necesitamos consejos de nadie. O que el consejo de algunas personas, por mucho que sea bueno, no tiene peso, porque creemos que esa persona no es la idónea.
Puede ser que no seamos de los que piensa ser mejor que otros, pero quizá nos vamos al extremo, es decir: soy peor que todos. Esto también a la inversa funciona como sentido de superioridad. El peor de todos los peores. Cual sea la postura que tengamos de nuestra vida, la soberbia crea terquedad, o nos “amachamos”. Obvio nada bueno sale de eso. Vemos la tormenta y no nos inclinamos.
Lo peor de estas actitudes, como te mencionaba antes, es que nos lleva a echar culpas cuando ya tenemos el problema. Comenzamos a justificarnos y solemos ser los que más reclamamos. Por ello, hagamos un análisis sobre nuestras actitudes. Aprendamos a escuchar consejo. Aprendamos a aprender.
Por cierto….¿Te estás quedando en casa lo más que puedas?, ¿tomando en serio la situación que vivimos?, ¿o estamos siendo tercos?. Anhelo que no esperemos un mal sobre nosotros o nuestros seres amados para entender que debemos cuidarnos para cuidar a otros.